En una cueva alejada del mundo se encontraba una joven de largo cabello oscuro y ojos tan profundos como el bosque. No portaba cadenas que la mantuviesen en aquel lugar, ni ninguna puerta que la mantuviese aislada del mundo. Siempre estaba sentada, sin nada que la cubriese salvo su larga melena, manchada de ceniza y tierra. Su mirada se veía pensativa y perdida, su mente se encontraba con un sinfín de pensamientos y de recuerdos que iban uno detrás de otro. Siempre se cuestionaba cuándo iba a terminar de recordar y de pensar. Reflexionaba sobre toda su vida y cada vez tenía menos idea de lo que había vivido y cuál era la moraleja de su vida.
Hasta que un día escucho una voz que provenía del techo de la
cueva, no logro escucharla bien por lo que la dejo pasar y pensar que era una
simple piedra que hizo eco. Comprobó que tenía razón, aunque no del todo, tras
ver como caían de arriba algunas piedras del tamaño de un puño. Un rayo de sol
penetro en la cueva, enfocando sobre el cuerpo de la joven. Miro hacia arriba,
inmóvil y con los muslos pegados a sus senos.
No tenía miedo, no estaba asustada, simplemente quería que todo
pasara. Que las piedras dejasen de caer y que pudiese seguir pensando y
recordando aquello que ha vivido.
-¿Por qué?- dijo en un susurro la joven -¿Por qué no puede haber
silencio? Quiero estar en paz...
De lo más profundo de la cueva se volvió a escuchar la voz que le
contesta:
-¿Acaso no ha sido tu silencio lo suficientemente largo para vivir
en paz?
-¿Acaso mis miedos y pesadillas me han dado la paz?
-Tu sola has querido vivir en esta inmensa y oscura cueva, tus
miedos y pesadillas han entrado contigo porque tú has querido. Te has quedado
aquí todo este tiempo, sin moverte, desnuda y encogida dejando que tus
pensamientos te dominasen.
-No puedo hacer que paren, cada vez que quiero dejar de pensar
aparece un recuerdo y cuando quiero dejar de recordar vuelven a mí los pensamientos,
Es un círculo que no tiene fin. Es una pesadilla.
- Eres la única persona que puede vencer a las pesadillas, son tus
pesadillas y tu eres quien debes darles fin.
Se quedo en silencio unos minutos, era irritante, molesto y no
quería seguir hablando con aquella voz. Se mordió los labios y se envolvió en sí
misma.
-¿No me vas a contestar? Acaso no crees que las pesadillas no se
puedes controlar.
-¡CLARO QUE SE QUE SE PUEDEN DOMINAR, MALDITA VOZ! - dijo con un
grito, hasta que se dio cuenta de que hizo eco y bajo el volumen de su voz - Es
solo que las pesadillas son más fuertes que yo.
La voz no volvió a hablar y se retorno al silencio en que se había
sumido la muchacha. Salvo por el pequeño rayo de sol que le iluminaba la cara.
Se oculto entre sus piernas y dejo que su mente vagase en la nada.
Comprendía que era lo que le quería decir, pero cómo iba a hacerlo
en su soledad. Su mente era suya y nadie podía controlarla salvo ella. ¿Por qué
entonces no era capaz de parar sus pensamientos y sus recuerdos y hacer otras
cosas? Mirando al hueco por donde entraba la pequeña luz que entraba por la
cueva se preguntó si aun había esperanzas para ella.
Tras un largo tiempo decidió echare por completo en el duro y frío
suelo, para dejarse dormir y así ver si podía dejar de sufrir.
-¡Eh, chica!.. ¡Eh!...- oía de fondo - ¡Eh! ¡Sabes que estoy aquí,
no me ignores!
-¿Quién eres? - respondió - ¿Por qué me llamas? No soy nadie
importante.
-Lo sé y por eso he venido a verte.
-No te entiendo - la joven empezó a abrir los ojos para saber quién
era quien la llamaba - ¿Me estas buscando porque no soy importante?
-¿De verdad? Pues yo pensaba que sí. Te andaba buscando por eso
mismo, porque eras importante y quería casarme contigo.
-¿Yo? - dijo con la vista perdida - ¿Casarme? ¿Importante? No me
hagas reír, ¿quién te ha dicho que yo sea importante?
En ese preciso momento vio una sombra alta y borrosa que se
encontraba frente al rayo de sol, y al pestañear desapareció y se incorporo
rápidamente. Miro a todos lados pero ahí no había nadie. Noto como su rostro
había cambiado, ya no era tan pesado y lo notaba más terso que antes.
-¡¿Hay alguien aquí?!- pregunto.
-Si...- contesto una voz baja y cortante - Estoy aquí pequeña...
Antes de que se diese cuenta una bestia de 2 metros, negra y con
ojos rojos como dos rubíes la tenía atrapada y sujetándola por el cuello en el
aire. El miedo recorrió todo su cuerpo e intentaba abrir sus garras para poder
escapar. El cuerpo de la bestia se transformo en una figura humana, en un
hombre y al poco tiempo lo reconoció.
-Tu...- dijo con esfuerzo la muchacha.
-Tu... serás... siempre... mía... - Con estas últimas palabras se
despertó. Continuaba estando en la cueva, con su rayo de luz y con un intenso
dolor en el cuello. Se echo a llorar y volvió a mirar la luz, esta vez tenía un
tono rosado, lo recordaba, era el amanecer.
-Siempre deje que hicieran conmigo lo que quisieran pero nunca
nadie me amo.
-¿Acaso quieres que te amen?- respondió la voz que antes apareció
- ¿Quieres amar y ser amada?
-Yo ya he amado, pero nunca me han amado a mí. Solo me han
deseado, solo me han querido por querer tenerme pero no por amarme... ¿Y si soy
solo deseada?
-En ese caso nunca conocerás el amor
-¿Por qué?
-¿Sabes tu nombre? ¿Su significado?
-No, no lo conozco, ¿cuál es?
-El ser deseado. Y la maldición de tu nombre conlleva a que seas
deseada pero nunca amada. Ese es el destino de ser deseaba.
-Pero yo nunca he deseado eso, yo deseo ser amada.
-Mientras no sepas desearte a ti misma, nunca podrás hacer que
alguien te ame.
-Otra cosa más que no sabré nunca hacer...
-Claro que podrás...-dijo la voz acercándose un poco más - se que
podrás.
La joven empezó a mirar a su alrededor, hasta que vio una sombra
que se dirigía hacia ella. Se levanto y con miedo al recuerdo de aquel mal
sueño dio un paso para atrás. Se paró en seco y tomo la decisión de esta vez no
huir, pues si tenía que morir no le importaba.
-¿No te acuerdas de mí?
-¿Quién eres?
-Veo que ya no tienes miedo a las sombras, imagino que a tus
miedos también- era increíblemente cierto, no tenía pensado huir, iba a
enfrentarse a lo que se iba a encontrar en ese momento y en las sombras. Tomo
aire y la sombra prosiguió - Te voy a hacer la siguiente pregunta: ¿Has vuelto
a pensar y recordar desde que te despertaste de aquel sueño?
Todo era cierto, ¿dónde quedaron los recuerdos, y los pensamientos?
¿A dónde habían ido? Y en ese momento lo comprendió todo.
-Lo he averiguado, se que nunca seré amada y que en mi vida el
único amor que habrá será el que yo de a los demás. Pero para que yo pueda ser
amada he de dejar de preocuparme porque me amen. Solo de esa forma alguien me
amara tal como soy porque sabrá que yo le amare igual.
-Muy bien aprendido mi dama- "¿su
dama?, no será..." se pregunto - Por fin habéis despertado de
vuestro largo sueño. Pero aún os queda algo por aprender.
-¿El qué?
-El que siempre debéis dejar atrás el pasado. El pasado siempre
estará ahí te atormentara, te dañara y te confundirá. Nunca descansara hasta
que os deis cuenta del presente en el que vives y en el futuro que te espera.
Por eso, hasta ahora, habéis sido el ser deseado - la cueva comenzó a temblar y
a producir ruidos de desprendimientos, pero igualmente la joven se iba a quedar
hasta el final - Siempre os preocupáis por el pasado pero el pasado ya no tiene
ese mismo sentimiento. Ya no existe. Ya lo debes olvidar y concentrarte en que
tu futuro se encuentra en el presente. No en tu deseo pasado.
Mientras decía estas últimas palabras, la cueva empezó a
desmoronarse y la luz del sol pudo entrar directamente. Las rocas caían de
todos los tamaños y el sonido cada vez era más y más fuerte. En un intento por
acercarse a la sombra para ver su rostro, la joven no dudo en salir corriendo,
dejando su negro pelo al viento, dejando al descubierto su alma. Las lágrimas
caían sin control y pudo ir empezando a ver quién era aquel individuo con el
que contrajo la conversación. En cuanto le vio con claridad por la ayuda de un
inmenso rayo de sol que los iluminaba a los dos cogió más velocidad y con una
sonrisa fue hacía él para abrazarle.
Al rodeare las costillas con sus brazos, la muchacha y la voz
manifestada como un hombre se miraron fijamente. Comprobó que tenía un cabello
alborotado y negro como la noche y unos ojos con el color del roble. Sonrieron
y ambos desaparecieron.
En un lugar alejado del mundo hubo una cueva en que se
ocultaba a una joven de largo cabello oscuro y ojos tan profundos como el bosque. No portaba cadenas que la mantuviesen en aquel lugar, ni ninguna puerta
que la mantuviese aislada del mundo. Siempre estaba sentada, sin nada que la
cubriese salvo su larga melena, manchada de ceniza y tierra. Su mirada se veía pensativa y perdida, su mente se encontraba con un sinfín de
pensamientos y de recuerdos que iban uno detrás de otro. Siempre se cuestionaba cuándo iba a terminar de recordar y de
pensar. Reflexionaba sobre toda su vida y cada vez tenía menos idea
de lo que había vivido y cuál era la moraleja de su vida. Hasta que un día, un
joven, escucho sus lamentos y la amo con toda su alma. Se encontró con ella y
la rescato de su pena.
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