miércoles, 19 de febrero de 2014

Juventud, oh dulce juventud.


Ya llevo muchos años a mi espalda a pesar de ser una persona de 20 años y pienso que ya ha pasado mucho tiempo desde que deje de querer ser aquella princesa que quería ser libre y cantar sobre los colores en el viento. También he dejado de ser inocente con respecto a la realidad. Todo no es fácil en esta vida y uno debe trabajar duro para conseguir el pan. Pero es como si ahora esa dulce niña estuviera enfadada conmigo y para no despegarse de mí se sujeta con fuerza a mi mano, haciendo que tenga que caminar encorvada.
Es horrible esta sensación y también la de tener que pensar en lo que realmente es correcto y lo que mejor me conviene. Este último se debate en otro dilema con respecto a eso: la razón y el corazón pelean destruyéndose mutuamente dejando al desnudo mis preocupaciones e inseguridades. En mi mundo, en mi mente, y en mi misma reina la III Guerra Mundial que ha sido desatada por un cumulo de acontecimientos.
En un principio pensaba hacer una publicación sobre lo que es el cambio fascinante que sufren las personas, su metamorfosis, cuando dejan atrás los mofletes blanditos y las ganas de escapar para vivir el día a día por el trabajo duro para poder vivir un día más. Pero no estaba convencida de eso fuese lo que quería expresar o si eso era realmente es lo que pienso. Aunque en parte es así.
Dejando la metamorfosis atrás, este sentimiento de entrar en una tormenta y solo tener de agarre el mástil del barco no es nuevo para mí. Me como la cabeza en ese mar hasta que se pase la tormenta o hasta que reciba una “iluminación divina”. Es demasiado tiempo y peso el que llevo y en algún momento se que veré como el saco se romperá y las canicas rodaran por todo el piso de parqué haciendo que el vecino de abajo se moleste por hacer tanto ruido.
Eso son, inseguridades, las canicas. Todo tipo de cuestiones que me hago sobre mí y sobre lo que me rodea: ¿Seré lo suficientemente madura? ¿Habré cambiado en algo? ¿Para bien o para mal? ¿Soy lo suficientemente fuerte como para pensar en mi futuro como es debido? ¿O sobre lo que he de hacer para tener un futuro radiante? Etc. Son demasiadas preguntas que me hago y todas ellas, si, pueden tener respuestas claras y sinceras de aquellos que me rodean pero no dejaran de estar sobre mí hasta que la YO actual se dé cuenta de que hay una realidad. Obviamente lo sé, pero una cosa es saber y otra cosa es conocer y reconocerlo como mundo real.  Un problema grave si se mira de esta forma porque no reconocer la realidad en la que vives es ser una bella durmiente que espera a que el príncipe lo despierte y no como nos han enseñado las últimas Princesas Disney que debemos ser fuertes por nosotros mismos y no dejar que las cosas sucedan para que otra persona lo haga antes para dejarnos el camino fácil.
Fijándome, la teoría me la se pero no la pongo en práctica por estar tan aferrada a ese dulce mundo que he creado desde que era una niña. Todo es comodidad, amor, paz y felicidad pero nada de lucha. He estudiando los métodos de ataque, las llaves, los golpes, los movimientos pero si entro en la arena solo sabría correr en búsqueda de una esquina o recoveco en donde esperar a que tarde o temprano cesase la lucha para poder salir tan feliz, inmersa en un falso orgullo.
Todo por esa dulce niña que adoro y quiero. No la digo que me suelte de la mano y me deje crecer, no... En absoluto. Quiero seguir creciendo, quiero que siga siendo mi Peter Pan, mi fuente de inspiración para seguir creciendo agarrada a ella de la mano y volar siempre que quiera a Nunca Jamás. Sin embargo sigue sin encajarlo, sigue molesta y llora sin parar. Sigue sin comprender la realidad en la que vivo ahora tratando colgarse sobre mí, taparme los ojos, alborotándome el pelo y gritándome mientras llora a moco tendido. No me enfado con ella dado que esa niña soy yo misma y debí haber dejado claros los límites y cual empezaría a ser su posición a partir de mi entrada en el bachillerato.
No lo hice y ahora me arrepiento, me entristezco y me enfado por no poder controlarla. Me acarrea muchos problemas y entre ellos esta sensación de tristeza, de no trabajo, de que no quiero y quiero hacer cosas. Me mata, realmente me mata sentirme tan pequeña cuando en realidad soy grande. Ya he votado, he terminado el bachillerato, estoy en mi segundo año de carrera y sigo sintiéndome pequeña en un mundo de gigantes. Da igual que me ponga unos tacones y un vestido bonito, que me maquille, me arregle el pelo, que use perfumes y que pueda regresar a altas horas de la noche porque me seguiré sintiendo como aquella niña que se ponía la ropa de su madre para jugar a ser mayor, aparentarlo para ver si puede llegar a serlo con tan solo dibujar su cascarón.

Es doloroso al romperlo y descubrir que tú no eres el mundo, solo eres una de las infinitas partes que lo componen y que solo podrás ir a flote si no coges ese barco y lo dominas mientras con todas tus fuerzas te agarras a la mano de esa niña.
Es doloroso no ir al paso de los demás y darte cuenta de que las cosas van a ser más difíciles para ti

No hay comentarios:

Publicar un comentario